Nueva escena de rol: Con ‘S’ de sangre

Punto de vista: Naia

Dices: «A ver, Enm, es azul, azur, azure!

Enma te dice por teléfono: «Azurre»

Suspiro, me siento cansada y odio su explicación extraña del azur, un color muy bonito, por cierto.

Dices: Bueno Enm, te dejo, hablamos mañana, te veo para probar los colores de los góticos pastel»

Ennma asiente por la videollamada y le cuelgo.

Es de noche y voy de camino al escondrijo

Le doy al votón para enviar mensajes de voz y le envío un audio a cielo.

Punto de vista: Dorian.

naia dice: «Eh, Skye, te veo en la habitación esta noche? he comprado un llavero de chocolacius para ti»

Está tan entretenida que ni se percata de que la sigo.

Claro, la detective es su amiga, no ella. Lleva una falda azul oscura y ropa negra.

Yo voy un poco alcoholizado, solo un poco.

Estoy harto de sus negativas, de sus desprecios.

Veo la oportunidad al ver que se apoya en una pared para grabar un mensaje de voz; la dejo terminar y veo como guarda el teléfono.

Entonces me dejo ver y la abrazo.

Naia grita: Qué coño haces!

Dices: «Nai, mi amada Nai, hora de que nos vayamos»

Noto temblor en sus manos, logra escaparse y corre

ya dije que estoy un poco bebido, eso me hace torpe.

Punto de vista: Naia.

No entiendo que coño está pasando, de repente siento unas manos que me apresan de las cuales me libero a toda velocidad gritando un: «Qué coño haces!»

Corro hasta el escondrijo sin parar, sin mirar atrás, la voz me resulta familiar, pero no puedo diferenciar de quien es.

Entro por fin al escondrijo y abrazo a la dueña nueva, llamada Lola, hija de la dueña anterior, la cual falleció hace unos meses.

Lolita tendrá unos treinta años, tiene cabello rojo, ojos marrones y mirada franca.

No me percato de que estoy llorando hasta que hablo.

Dices: Me venía siguiendo, Loli, me venía siguiendo»

Lolita dice: «Pero quién, muchacha, quién»

Dices: «No lo sé, joder, no lo vi, solo sé que necesito descansar»

Lolita se ve preocupada, me abraza y me acaricia el cabello hasta que me calmo.

Voy a mi habitación sin saludar a Cielo y llamo a mi hermana

Nixy descuelga la llamada:

Le cuento muy nerviosa lo que ha pasado.

Nixy dice: Bueno, Nai, cálmate, ya pasó, necesitas que vaya a visitarte?

Asiento, por un momento pienso que puede ser Dorian y se lo comento.

Nixy me manda un beso por la cámara y cuelgo la llamada.

Me acuesto a esperar a mi hermana un poco más tranquila y cierro los ojos.

Mi teléfono vibra con la notificación de un SMS. Abro los ojos. Son las tres de la mañana, No reviso el mensaje. Seguro es Nixy. Decido salir a tomar el aire y a esperar que llegue; he tenido pesadillas con gatos negros.

Un rostro familiar me espera sentado en la acera.

Lo último que consigo ver son sus ojos azules y su cabello rubio.

Punto de vista: Dorian

Me abalanzo sobre ella. Le golpeo la cabeza contra la pared apenas la distingo; me iba a esperar a verla, a rogarle que me diese una oportunidad, a plantearle cualquier cosa, pero simplemente al tenerla frente a mí, no puedo evitar cogerla por el delicado cuello de cisne y dejar que mis emociones afloren sin control.

La abrazo y me subo al coche con ella inconsciente, llegamos a un lugar con arbustos y la saco del coche; espero a que abra los ojos y allí decido hablar con ella, mientras bebo un trago de cerveza.

Dices: «Dame una oportunidad, Naia, Dame un instante contigo, solo quiero mimarte y…

Ella se sienta y me mira con esos ojos grisáceos tan retadores como siempre

entonces comete el último error de su vida.

Naia dice: Eres un enfermo, Dorian Aldrich.

La aferro del cuello y aprieto, apenas si percibo sus uñas arañándome la piel. Dejo que mi rabia y mi frustración tomen el control. Su vitalidad cede ante mis manos y su cansancio físico junto a sus arañazos en las manos no me suponen más que la excusa para enterrar mi conciencia y acabar con todo.

Entonces descubro el poder de tenerla a mi merced.

Reconozco la magia de ver sus ojos apagarse poco a poco

hasta que no respira más.

Es una muñeca inerte, desmadejada.

Aflojo la presión y dejo que caiga por su propio peso. Recojo la botella de cerveza y la estampo contra aquel hermoso rostro, dueño de mis delirios. Los fragmentos de vidrio forman una constelación sanguinolenta en su piel. El líquido se desliza por su cuello.

Y en ese mismo instante me alejo de allí, completamente eufórico por haber matado al amor de mi vida.