Nueva escena de rol: El precio de la sangre, novena parte.

Punto de vista: Rubén

Miré al espejo del vestuario preguntándome como ese hombretón no se había fijado en mi indudable atractivo físico. Siendo sincero yo estaba por encima de la media española. Guardé la camisa en mi taquilla, el turno en el lujoso restaurante del hotel de Preciados había terminado, ahora tenía que limpiar los 6 pasillos y la recepción, no llevaba muy bien lo de ser pluriempleado pero al ritmo que consumía mariguana y cocaína necesitaba reunir todo el dinero posible. Me vestí con el uniforme del servicio de limpieza y metí en un bolsillo el teléfono modificado que me dio el escolta de mis sueños… Joan, que nombre más mágico y melodioso, pensaba mientras cogía el carrito de la limpieza y lo metía en el ascensor. Esta jornada sería larga, el restaurante cerraba a las 00:00 y yo tenía 2 horas para limpiar 6 pasillos y la recepción en silencio para que los clientes pudieran descansar y encontrar todo limpio al día siguiente.
01:35 de la madrugada, bajé a recepción y siempre que yo estaba de turno, el recepcionista aprovechaba mi presencia para salir a fumar. Entré dentro de la recepción y saqué el teléfono que me dieron, pulsé el botón verde completamente pegado a la puerta de seguridad B3, un círculo me indicaba que estaba trabajando. Yo disimulaba limpiando con el trapo la puerta, imaginando que era mi hombretón el que estaba recibiendo mi limpieza, su cuerpo curtido en gimnasios, su carácter forjado tras sabrá dios cuantas peleas y guerrillas, sus ojos penetrantes mirándome deseosos de mi cuerpo… Joan tenía que ser mío, yo sabía que a él también le gustaban los hombres, pero él aún no lo sabía, yo se lo haría ver.
• Rubén, te deseo.
• – ¿En serio, Joan?
• – Sí, Rubén, me encantas.
• – Ouch mi Joan, mi bebé… Como me pones…
 
Una notificación en el teléfono me sacó de mis pensamientos, maldito Ives y sus trabajos absurdos.
El teléfono indicaba que la aplicación encontró frecuencia.
Botón Verde y negro.
 
Cargando…
 
Ahora salía el mapa que me indicaba donde estaba el tesoro, según la caperucita roja yo solo tenía que seguir la línea amarilla. La seguí hasta llegar al fondo del pasillo de personal, encontré el tesoro en la puerta 4.3, pulsé el botón de finalizar, situado arriba a la derecha y la aplicación se cerró.
 
Menuda tontería de misión. Esa habitación está llena de ordenadores y aparatos inútiles que hacen muchísimo ruido. Yo Los Lunes y Jueves entro para limpiar con mucho cuidado los gigantes equipos informáticos con unos productos especiales. Pensé…
 
Si Ives me mandó esa misión es por algo… Ese hombretón no estaba nada mal tampoco, es un malote, como los que siempre me gustaron, cuantas veces me ayudó su imagen en noches solitarias…
Quizá si le doy una copia de la llave maestra él conseguirá que Joan cene conmigo… Uff, no quiero ni imaginármelo, de primero un platito de entremeses, de segundo quizá algo de pescado con alguna salsa y de postre… el postre sería yo.
Matías ya estaba en la recepción y me acerqué a él provocativo, yo sabía que ´´el deseaba mi cuerpo, que moría por mis huesos… normal… pero yo me hacía el difícil, siempre me gustó hacer creer que soy un hombre imposible de conseguir. YO lo miraba de forma seductora y movía mi trasero de forma sugerente, pero en mi mente solamente pensaba: ¿ves este culazo de modelo? Pues está guardado para mi escolta, así que no te hagas ilusiones…
 
Holis Matías.
• Hola Rubén. ¿Has terminado ya?
• – Si, ya terminé, estoy molido de tanto trabajar… Tu crees que un hombrecito como yo tiene que trabajar tanto?
• – Rubén, ya te he dicho que cuando quieras quedamos y te doy un masaje, tendrás el cuerpo cargadísimo.
• – AAAi… mi Mati, a ver si saco un ratito y te doy un toquecito y quedamos, vale corazoncito? Oye Mati, necesito que me hagas un favor.
• El que quieras, bombón.
• – Necesito que me hagas otra copia de la llave maestra, que con lo despistado que soy, siempre me la dejo en el otro uniforme y tardan unos cuantos días en devolvérmela de lavandería…
 
Le miré pícaramente, dejé mi boca entreabierta y no tardó en abrir el cajón con código y poner encima del mostrador otra llave maestra.
 
• Eres tan amable conmigo Mati… Eres un hombre tan apañadito, tan atento conmigo, tan deseable… Hoy me tengo que ir… pero otro día… otro día vamos a hablar tú y yo juntitos en el cuarto de baño de los directores, que está vacío…
 
Le guiñé un ojo y cogí la copia de la llave junto al teléfono modificado y me fui corriendo al vestuario, eran las 02:10, por la mañana me pondría en contacto con Ives, aún me debía 15 gramos de cocaína y quizá una cita con el hombre de mis sueños.