Relato de arais de fin de conflicto.

Aquí, entre los frutales de la granja de mis padres parece que nada ha pasado. Escucho el viento y noto el calor del sol en mi cara, pero no siento. Por las noches, las pesadillas hacen del silencio un estruendo que no puedo silenciar: bombas, proyectiles, el fragor de los cazas sobre mi cabeza. Gritos, derrumbamientos. La vida que se hunde.
Los mensajes en todas las frecuencias hablaban de un final inesperado, pero inevitable. La calma de mis superiores, de mis amigos, fue lo más digno que he escuchado en mis años de profesión. Mientras intentaba evacuar al mayor número de pacientes posibles del hospital, escuchaba sus órdenes y sabía, como ellos, que todo terminaba.
El bueno y paciente de Esteban, como capitán de navío, en el puente de mando hasta el último momento, hasta que un misil echó abajo el edificio de despachos, llevándose con él la vida de los que seguían allí al pie del cañón. Ruth, soltando a los perros para que pudieran sobrevivir mientras ella caía muerta con un cachorro en brazos. Nadia, siempre tan expeditiva, insultando a sus hombres para infundirles un valor que nadie había perdido. Escuché la potente voz de Loren cantando la Bella Ciao incluso cuando se desangraba en Madrid. No sé qué ha sido de muchos de ellos: Yulen, el cariñoso Sergio, la querida Cati. Tantas vidas, tantos desaparecidos, tanto horror. S.Y desmantelada en España, pero sabiendo que luchó hasta el último momento. Cuántos sonreirán al saberlo, aquellos que pensaban que actuábamos con maldad solo por intereses creados. Allá ellos con sus conciencias.
Veo corretear a Noah y se me encoge el alma. No puedo evitar las lágrimas. Ella, quizás representando todo lo que los demás de algún modo hemos perdido. Viva, viva gracias a mi querido Aras, mi hermano Aras, muerto por salvarla. Sé que así habría deseado terminar sus días, y doy gracias por ello. Pero le añoro con un dolor que ignoro si tendrá cura.
No sé nada de mi marido, aunque temo lo peor. Es pronto para hacer un balance de víctimas. Seguiré esperando, anhelando, como siempre, pendiente del teléfono, de un telegrama, de un mensaje. Nadie sabe que estoy aquí, solo Lilu, mi Lilu, codo a codo hasta el último momento. Soy feliz de saberla viva, aunque también sufriendo la desesperación de no saber nada de Etién. Es muy difícil desaparecer de la faz de la tierra, pero por el momento, necesito que nadie sepa que he vuelto a Israel, puesto que todavía puede haber quien me quiera muerta.
Intentaré contactar con Melany. No sé nada de ella ni de Aletheia. Ni de tantas personas. Ahora necesito no pensar. Necesito refugiarme en mi interior y llorar a esos seres que hicieron de mi vida algo tan especial durante un año. Después, le pondré muletas a mi vida, como las que me sostienen físicamente en pie, y seguiré adelante. Siempre adelante.