Nueva escena de rol: ENCUENTROS Y DESENCUENTROS – 26 – EL VENUS ZARPA

Punto de vista: Neutro

Un albergue de Descanso
Observas una construcción sencilla, pero con todas las comodidades para pernoctar un tiempo indefinido.
A través de uno de los ventanales se puede ver la costa del pacífico mexicano y una pequeña pista de tierra que se interna en el continente.
Jairo entra en el albergue, suda copiosamente.
Jairo se seca el sudor con una toalla que lleva en el hombro.
Jairo dice con acento caleño, “el cóndor ya alzó el vuelo; cuando querás podemos zarpar.”
Nora sigue mirando por el ventanal.
Nora dice con acento costeño, “Ajá… ¿qué pasó con el alambrero aquel? ¿Ya lo alinearon?”
Nora se gira, despacio para mirar a Jairo a los ojos.
Jairo dice con acento caleño, “Tal como vos ordenaste.”
Nora asiente, satisfecha.
Nora dice con acento costeño, “¿El águila real apareció?”
Jairo niega, cogiendo una botella de agua, destapándola y bebiendo con avidez.
Nora guarda silencio.
Jairo la observa un rato.
Jairo dice con acento caleño, “Ese man sabe lo que hace, ya lo sabés.”
Nora mira su reloj haciendo caso omiso a las palabras de Jairo.
Nora murmura con acento costeño, “en cinco nos largamos a la bulla de los cocos; el que no esté arriba se queda a su suerte.”
Nora sale del albergue sin mirar atrás.
Jairo sigue mirándola y suspira de forma casi imperceptible; se asegura de dejar todo en orden y sale tras ella.
Un fondeadero escondido en la costa del pacífico mexicano.
Nora camina despacio hacia el Venus. La bandera griega ondea vigorosamente con cada ráfaga de viento.
Jairo da las últimas órdenes a los hombres que quedarán resguardando el lugar y se acerca a Nora.
Jairo dice con acento caleño, “¿vos si estás segura de lo que querés hacer?
Nora se gira con rapidez y le coge con fuerza por la muñeca.
Nora murmura con acento costeño, “Deja ya la fregatina con esa vaina. Hice lo que tenía que hacer. Ahora voy a hacer lo que quiero. Si tienes dudas te abres… ya busco yo a alguien más.”
Jairo suspira aguantando la presión en la muñeca.
Jairo murmura con acento caleño, “Querés huir de un infierno para meterte en otro quizá peor… si lo que querés es ayudar, en Colombia también podés.”
Nora ríe con amargura.
Nora dice con acento costeño, “Ajá, sigue pensando que la marimonda es mico.”
Jairo resopla, Nora le suelta.
Jairo murmura con acento caleño, “No seás tan dura; cumpliste y eso nadie te lo puede reprochar… él hará lo que le pidás.”
Nora niega.
Nora murmura con acento costeño, “engáñate si quieres, pero ya no me jodas con esa vaina.”
Nora se gira y camina a prisa por el muelle.
Nora voltea.
Nora grita: “dos minutos… tú decides.”
Jairo murmura con acento caleño, “joputa abeja”
Jairo echa andar a toda prisa y salta justo cuando arrancan motores.
Nora está parada en la cubierta, mirando al horizonte.
Unos hombres se acercan a Jairo, este confirma las instrucciones para zarpar.
La mirada de la joven se pierde en aquel manto de estrellas.
Jairo se le acerca.
Jairo murmura con acento caleño, “Relajate un poco, sabés que solo quiero lo mejor para vos.”
Nora lo mira de reojo.
Nora dice con acento costeño, “Lo mejor para mí es empezar de nuevo. Y eso en Colombia no va a poder ser, lo sabes.”
Jairo dice con acento caleño, “Y vos deberías saber que de este mundo no se sale así no más; mucho menos alguien como vos… hay quien agradecerá siempre lo que vos hiciste, pero habrá quien no.”
Jairo murmura con acento caleño, “mirá lo que pasó justo en España hace unos messes. Igual las aves tuvieron que volar, o habrían desplumado incluso al pichón, que nada tiene que ver con toda esta mierda. Pensalo bien, ¿sí?”
Nora lo mira; su rostro no revela nada de lo que piensa.
Jairo le sostiene la mirada sin parpadear.
Nora dice con acento costeño, “Ajá ¿y entonces? Por qué no me hablas de frente en lugar de hablar tanta paja. ¿qué es lo que te molesta?”
Jairo guarda silencio.
Nora intuye sus pensamientos, en el fondo lo ha sabido siempre.
Nora murmura con acento caleño, “marco ya no está, pero el cóndor ocupa su lugar y sabes tan bien como yo que marco no habría cuestionado eso.”
Jairo murmura con acento caleño, “ese man es demasiado aleta en ocasiones…”
Nora sonríe.
Nora dice con acento costeño, “ también es bastante arrestao en muchas otras… ¿para que crees que nos necesita?”
Nora le pone una mano en el hombro.
Nora dice con acento costeño, “Vamos a camellar con ese man y haremos cosas que valgan la pena. Además, toca lograr que siga manteniendo ese culo de liga que tiene, que queremos seguir siendo cinco.”
Jairo la mira y suspira.
Jairo murmura con acento caleño, “¿vos sí creés que podamos cambiar de vida?”
Nora murmura con acento costeño, “no lo sé… pero lo que soy yo lo intentaré hasta el final… crea lo que crea Rafael, yo no nací para suceder a mi padre; tampoco a él. Pagué mi deuda moral, ahora quiero vivir.”
Nora lo mira, decidida.
Nora dice con acento costeño, “y voy a vivir la vida que yo escoja… me cueste lo que me cueste.”
Jairo la mira, pensativo.
Nora le palmea el rostro con suavidad.
Nora dice con acento costeño, “Deja ya de darle tanto a la pensadora. Vamos a descansar, nos toca un trayecto largo antes de llegar a España. Hay mucho por resolver.”
Jairo niega.
Jairo murmura con acento caleño, “andate vos, ya iré yo después.”
Nora murmura con acento costeño, “está bien.”
Nora echa a andar hacia las escaleras para bajar hacia su camarote.
Jairo la ve marchar.
Cuando Nora hubo desaparecido de cubierta, Jairo se dirige a hablar con algunos de los hombres a su cargo.
Pasillo de camarotes del Venus
Es un pasillo donde observas una hilera con varios camarotes a la derecha y a la izquierda.
La decoración es sencilla, pero de buen gusto.
Nora camina por el pasillo hacia el final. Saca la llave y abre la puerta.
Nora entra cerrando tras de sí, pasando el pestillo y exhalando un suspiro.
Un cómodo camarote.
Ves un espacio equipado con comodidad. Cuenta con un baño, una cama matrimonial, una salita pequeña con un escritorio, y un par de sillones que invitan a sentarse y disfrutar del ambiente; además tiene una ventana que permite ver el exterior y el mar.
Nora deja el arma sobre la cama y se desviste, entra en el baño y toma una ducha.
Nora se seca y deja la toalla extendida, colgando de un perchero tras la puerta del baño.
Nora sale desnuda y hurga en el armario; saca una pantaleta de algodón y se la pone.
Nora coge de la nevera un botellín de agua y comienza a beber. Mientras bebe, va revisando que todo esté en su lugar.
Nora se sienta en la cama, abre una gaveta y saca una libreta y un lapicero.
Nora comienza a escribir. Su caligrafía es pulcra y estilizada.
“Entiendo su recelo, vaya si lo entiendo. Llevamos demasiado tiempo en esto; demasiados muertos, demasiada sangre, demasiadas cuentas.
Conocí a Marco; era un man hecho de otra pasta, así como sus compas, como le gusta decir al cóndor. Lamenté mucho su muerte.
Nadie sale, te dicen cuando entras; pero yo estoy acostumbrada a romper las reglas, las tradiciones, a nadar contra corriente sin ahogarme; y ahora no será diferente. Por eso estoy donde estoy ahora.
Estoy mamada de vivir una vida prestada, una vida impuesta y controlada por la sed de venganza de Rafael. Una sed que en el fondo no es mía, que me la endilgaron sin preguntarme qué era lo que yo quería hacer de mi vida.
Cobré la deuda; ese hijo de puta ahora se revolcará en las pailas del infierno; y ahora… ahora es mi momento.
Dudo que lo que venga sea fácil, hace mucho dejé de creer en fantasías y cuentos para creer en mí; en mi capacidad de moldear mi destino, de rescatar mi vida. La vida que quiero.
Necesito comprobar que puedo construir en lugar de solo destruir”.
¿De qué sirve la plata y el poder, si no se hace algo con ello? Pero algo de verdad, algo que le llegue a la gente; esa que camella de sol a sol, esa que te mira con los ojos limpios de culpa, con la conciencia tranquila.
Nora hace una pausa mirando la hoja, reflexiva.
Nora retoma la escritura.
“Parte de la plaga que se ha ido extendiendo tiene su raíz del mal en España.
Quizá sea hora de trabajar como jardineros.
Cultivar puede ser una forma de crear, de construir.
Aunque dicen por ahí que hierba mala nunca muere, hay raíces que no duran para siempre… sí lo sabré yo, que arranqué una de las raíces más podridas”.
Nora se queda mirando su pulsera y su anillo un instante; algunos recuerdos le distraen.
Luego de unos minutos, Nora se espabila.
Nora cierra la libreta, guardándola de regreso en la gaveta junto con el lapicero.
Nora coge el arma, la saca de la funda y la mete bajo la almohada.
Nora se acuesta intentando dejar su mente en blanco para no soñar.
Nora mete la mano bajo la almohada, se acomoda y finalmente se queda dormida.